Cardenio entre Cervantès et Shakespeare. Histoire d'une pièce perdue
París: Editions Gallimard, 2011, 375 págs., 16,80 €
Cómo se puede leer un texto que no existe o representar una obra cuyo manuscrito se ha perdido y de la que no se sabe con certeza quien fue su verdadero autor?
Este es el enigma que plantea Cardenio, una pieza de teatro que se representó en Inglaterra por vez primera en 1612 o 1613 y cuya autoría se atribuyó cuarenta años más tarde a Shakespeare (y a Fletcher). Toma su argumento de la «novela» homónima que se inserta en Don Quijote, conocida al poco de aparecer en los principales países europeos, traducida a varias lenguas e incluso llevada al teatro. En Inglaterra, en concreto, la obra de Cervantes se conoció y citó incluso antes de que se tradujera en 1612 y de que inspirara el texto teatral que da lugar a este nuevo libro del profesor Roger Chartier.
El enigma, además, tiene otras lecturas. Nos adentra en una época en la que, gracias principalmente a la imprenta, proliferaron los textos y el temor a su exceso influyó tanto en el despliegue de diferentes estrategias para hacerlos circular como en la rareza de algunos de ellos. No todos los escritos tuvieron la vocación de subsistir y muchos de ellos disfrutaron, de hecho, de una existencia efímera. Fue el caso de muchas obras de teatro que frecuentemente no se llegaron a imprimir por considerarlas un género menor en el canon literario.
Por otro lado, el hecho de que un autor se hiciera famoso suscitó la búsqueda de sus textos, la restauración de los fragmentos dañados por el tiempo e incluso, para colmar ciertas lagunas, la fabricación de falsos. Es lo que ocurre con Cardenio en el siglo XVIII.
Reconstruir la historia de esta pieza lleva a interrogarse por el estatuto que en el pasado tuvieron las obras que hoy consideramos canónicos. Llevado por la mano magistral de Chartier, el lector redescubrirá la maleabilidad de los textos, transformados por las distintas traducciones y adaptaciones que de ellos se hacen; las migraciones de un género a otro; los sucesivos significados que se les dan en cada lectura. De igual modo que para muchos de sus lectores Don Quijote fue durante bastante tiempo un repertorio de novelas que podían publicarse independientemente y llevarse así a la escena, aunque fuera a costa de la coherencia de las aventuras del héroe epónimo; Shakespeare fue también un dramaturgo que, como tantos de sus colegas, recicló historias tomadas de otros escritores o de obras que no encontraron editor.
Así, gracias al trabajo de Roger Chartier, se aclara el misterio de una pieza sin texto pero no sin autor.
Este es el enigma que plantea Cardenio, una pieza de teatro que se representó en Inglaterra por vez primera en 1612 o 1613 y cuya autoría se atribuyó cuarenta años más tarde a Shakespeare (y a Fletcher). Toma su argumento de la «novela» homónima que se inserta en Don Quijote, conocida al poco de aparecer en los principales países europeos, traducida a varias lenguas e incluso llevada al teatro. En Inglaterra, en concreto, la obra de Cervantes se conoció y citó incluso antes de que se tradujera en 1612 y de que inspirara el texto teatral que da lugar a este nuevo libro del profesor Roger Chartier.
El enigma, además, tiene otras lecturas. Nos adentra en una época en la que, gracias principalmente a la imprenta, proliferaron los textos y el temor a su exceso influyó tanto en el despliegue de diferentes estrategias para hacerlos circular como en la rareza de algunos de ellos. No todos los escritos tuvieron la vocación de subsistir y muchos de ellos disfrutaron, de hecho, de una existencia efímera. Fue el caso de muchas obras de teatro que frecuentemente no se llegaron a imprimir por considerarlas un género menor en el canon literario.
Por otro lado, el hecho de que un autor se hiciera famoso suscitó la búsqueda de sus textos, la restauración de los fragmentos dañados por el tiempo e incluso, para colmar ciertas lagunas, la fabricación de falsos. Es lo que ocurre con Cardenio en el siglo XVIII.
Reconstruir la historia de esta pieza lleva a interrogarse por el estatuto que en el pasado tuvieron las obras que hoy consideramos canónicos. Llevado por la mano magistral de Chartier, el lector redescubrirá la maleabilidad de los textos, transformados por las distintas traducciones y adaptaciones que de ellos se hacen; las migraciones de un género a otro; los sucesivos significados que se les dan en cada lectura. De igual modo que para muchos de sus lectores Don Quijote fue durante bastante tiempo un repertorio de novelas que podían publicarse independientemente y llevarse así a la escena, aunque fuera a costa de la coherencia de las aventuras del héroe epónimo; Shakespeare fue también un dramaturgo que, como tantos de sus colegas, recicló historias tomadas de otros escritores o de obras que no encontraron editor.
Así, gracias al trabajo de Roger Chartier, se aclara el misterio de una pieza sin texto pero no sin autor.
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