sábado, octubre 27, 2007

Nación y libros escolares: el caso argentino

Héctor Rubén Cucuzza
Yo Argentino. La construcción de la Nación en los libros escolares (1873-1930)
Prólogo de Gabriela Ossenbach
Buenos Aires: Miño y Dávila, 2007

Bajo la dirección del profesor Héctor Rubén Cucuzza y la codirección de la Mgter. Roberta Paula Spregelburd, el Programa HISTELEA, Historia Social de la Enseñanza de la Lectura y Escritura en Argentina, con sede en la Universidad Nacional de Luján, presenta este nuevo texto sobre las problemáticas del libro y la lectura en Argentina.
En este caso, como fruto de las vinculaciones con el proyecto ALFA PATRE MANES de la Comunidad Europea, el libro está dedicado a los complejos procesos históricos que dieron lugar a la formación de la Nación y, sobre todo, a la identidad nacional; pivoteados por el accionar de la escuela primaria y los libros escolares a partir de la conformación del sistema educativo nacional a fines del siglo XIX.
Como resultado de esas estrategias político pedagógicas, a sólo tres generaciones de la fuerte oleada inmigratoria, sus descendientes, interrogados sobre su nacionalidad responden con l a interpelación del título: Yo Argentino.
La creación de fechas fundacionales, de símbolos nacionales y de un panteón de héroes civiles y militares, conduce un análisis dirigido a su desnaturalización en la dirección de problematizar las condiciones de su producción histórica para ofrecer sus conclusiones como insumo para la reflexión en las proximidades de las conmemoraciones del Bicentenario de Mayo de 1810.
Héctor Rubén Cucuzza, ex Decano del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján, es docente investigador en Historia Social de la Educación en la misma universidad y de la Maestría en Escritura y Alfabetización de la Universidad Nacional de La Plata. Fue Presidente fundador de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación.
Laura Martínez Martín

lunes, octubre 22, 2007

Homenaje a Carmen Castañeda

CIESAS Occidente
Guadalara (Jalisco), México
XX Aniversario
Seminario de Historia de la Cultura Escrita en México
Homenaje a Carmen Castañeda

Nuestras colegas del CIESAS-Occidente nos remiten la noticia del seminario-homenaje que este viernes van a dedicar a Carmen Castañeda, fallecida en mayo pasado. Impulsora del Seminario de Historia de la Cultura Escrita en México y bien conocida por quienes nos empeñamos en estas tareas, desde aquí nos uninos a dicho acto aunque sea en la distancia, ante la imposibilidad de hacerlo en persona. Junto a la humanidad y buen hacer que Carmen Castañeda regaló a quienes la tratamos y conocimos, para el grupo que está detrás de este blog es un honor doble por los buenos ratos que compartimos con ella. Carmen intervino hace un par de años en nuestro Seminario de la Universidad de Alcalá y ha formado parte del Consejo Asesor de la revista Cultura escrita & Sociedad, en uno de cuyos próximos números está previsto publicar los textos de esta jornada jalisqueña.

Programa:
9:30-10:00 Los aportes de Carmen Casteñeda
10:00-10:30 Ma. de la Luz Ayala (UdG): La escritura en el ámbito privado: Correspondencia de Gabriela Castaños, 1842, 1853, 1858.
10:30-11:00 Alma Dorantes (INAH): De sus ojos depende mi vida. Diario Anónimo 1869.
11:00-11:30 Julia Preciado (CIESAS): Francisco, Arzobispo por correspondencia.
11:30-12:00 Marina Garone (UNAM): Reflexiones sobre la comunicación escrita de un grupo indígena mexicano.
12:00-12:30 Café
12:30-13:00 María Eugenia de la O (CIESAS): Prácticas de escritura de los mineros en México. 13:00-13:30 Ma. Teresa Fernández (CIESAS): El álbum biográfico de Guadalupe M artínez:
Cultura oral y escrita en Guadalajara, 1920-1970
.
13:30-14:00 Luisa Gabayet (CIESAS): Atisbar por la ventana de la cocina. Cultura escrita, mujeres y recetarios de cocina en M éxico, siglos XVII al XX.

Viernes 26 de octubre de 2007
Av. España 1359. Colonia Moderna (entre Federalismo y Rayón)
Tel. 32-68-06-00 ext.3032
Guadalajara (Jalisco)

Sentido y sensibilidad: la lectura

Sentido y sensibilidad: lectura
el rol de lo afectivo en la de los textos y prácticas culturales

Dra. Jo Labanyi [New York University]

Miércoles 24 de octubre - 12.00 horas
CSIC- Instituto de la Lengua

Los investigadores de la cultura aprendemos a analizar los textos y prácticas culturales de manera “objetiva”, evitando las reacciones subjetivas. Sin embargo, son pocos los textos literarios y artísticos que no invitan a una respuesta emocional, por lo menos en determinados momentos. La antropología y la geografía cultural han incorporado la 'lectura atenta' (close reading) que caracteriza la metodología de la crítica cultural, para analizar prácticas de la vida diaria en las que el sentimiento juega un papel fundamental.
En esta charla quisiéramos preguntar cómo sería una práctica de la lectura que reconociera la importancia de lo afectivo, no sólo en el texto o práctica cultural analizado, sino también en nuestra interacción con él.
El material comentado incluirá narrativa, pintura, cine, fotografía, y el debate actual en España sobre la 'memoria histórica'.

Instituto de la Lengua Española (CSIC)
Sala 209 (Sala de Juntas)
Medinaceli, 6, 2ª planta
28014 Madrid

martes, octubre 16, 2007

Entre Don Quijote y Cardenio

De la palabra al texto:
los lugares de l0 escrito a través del tiempo
(IV Seminario SIECE)

Conferencia inaugural
Roger Chartier [Collège de France-EHESS]
Materialidad y movilidad de los textos: Don Quijote y Cardenio entre páginas, fiestas y tablas
Lunes 22 de octubre – 11.00 h
Aula 6 del Colegio de Málaga
Universidad de Alcalá, Facultad de Filosofía y Letras

Resumen
Con esta conferencia quisiera compartir con ustedes los primeros avances de una investigación dedicada a un encuentro inesperado entre dos autores más que canónicos y sobre los cuales publiqué recientemente varios estudios: Shakespeare y Cervantes. Ambos fueron ya reunidos sobre la portada del semanario España en 1916 con motivo de su centenario; el grabado representa a Hamlet y a Don Quijote, que le dice : «Amigo Hamlet admírate y alégrate de las salvas que están haciendo en honor de nuestro Centenario». Mi trabajo tiene un punto de partida bien distinto: una obra perdida que fue representada dos veces frente a la corte inglesa en 1613; el “warrant” o recibo del dinero pagado a la compañía teatral de los King's Men indica su título, Cardenno, y nada más. Afortunadamente, cuarenta años después, el 9 de septiembre de 1653, el librero Humphrey Moseley, que se dedicaba a la publicación de obras teatrales en estos años de cierre de los teatros, revela los autores de la obra en el registro de la Stationers’ Company donde se anotaban los pedidos de los “rights in copy” sobre los textos que los libreros londinenses querían publicar. Entre las cuarenta y una obras teatrales “entered” o registradas por Moseley este mismo día se encuentra «The History of Cardenio, by Mr. Fletcher. & Shakespeare». Moseley no pudo o no quiso hacer imprimir todas las obras por la cuales había recibido un “right in copy” y nunca salió a la calle el Cardenio de Fletcher y Shakespeare. El Cardenio de 1613 nos remite por supuesto a Shakespeare pero en una dimensión olvidada de su obra, es decir la colaboración, y particularmente durante los últimos años de su vida la colaboración con Fletcher, con quien escribió en 1612 y 1613 Henry the Eighth, The Two Noble Kinsmen y el Cardenio perdido. Shakespeare, entonces, pero también Cervantes, ya que no hay duda de que la obra representada en 1613 aprovechaba la historia de los amores y desamores de Cardenio, Luscinda, Fernando y Dorotea tal como la narra el Quijote entre los capítulos 23 y 47 del libro de 1604. Lo confirma si era necesario Lewis Theoblad, uno de los editores de las obras de Shakepeare en el siglo XVIII. En 1728 hizo representar sobre las tablas del Theatre-Royal en Drury Lane The Double Falshood, o The Distrest Lovers, que presentó como una adaptación de la obra de 1613, de la cual afirmaba poseer tres manuscritos copiados en el siglo XVII. En el «Distrest Lovers» de Theobald se reconocen inmediatamente, con otros nombres, los protagonistas de la “novela”, si puedo denominarla así, que se encuentra entrecruzada con las hazañas del caballero andante y de su comitiva. De ahí las cuestiones que querría plantear en esta conferencia a partir de una perspectiva que es la de un historiador acercándose a la literatura. ¿Cómo puede hacerse comedia con la narración discontinua y retrospectiva de la historia de Cardenio tal como se encuentra en el Quijote? ¿Cómo asociar sobre el escenario los amores desdichados y finalmente felices de Cardenio y Luscinda, de Fernando y Dorotea, con las desventuras del hidalgo? ¿Cómo explicar el impacto inmediato y múltiple de la historia impresa en 1604 en el taller de Juan de la Cuesta?

domingo, octubre 14, 2007

El escrito y la pantalla, una revolución en marcha

El pasado jueves el profesor Roger Chartier pronunció la lección inaugural como miembro del prestigio Collège de France, institución en la que es titular de la cátedra "Ecrit et culture dans l'Europe Moderne". Se reproduce a continuación el texto de la misma según la versión publicada en la edición de Le Monde del día 13 de octubre.

Point de vue
L'écrit et l'écran, une révolution en marche
par Roger Chartier

"Ecouter les morts avec les yeux." "Escuchar a los muertos con los ojos." Ce vers de Quevedo me vient à l'esprit au moment d'inaugurer un enseignement consacré aux rôles de l'écrit dans les cultures qui, depuis la fin du Moyen Age et jusqu'à notre présent, ont caractérisé les sociétés européennes. Pour la première fois dans l'histoire du Collège de France, une chaire est vouée à l'étude des pratiques de l'écrit, non pas dans les mondes anciens ou médiévaux, mais dans le temps long d'une modernité qui, peut-être, se défait sous nos yeux.
La tâche est sans doute urgente aujourd'hui, en un temps où se trouvent profondément transformées les pratiques de l'écrit. Les mutations de notre présent bouleversent, tout à la fois, les supports de l'écriture, la technique de sa reproduction et de sa dissémination, et les façons de lire. Une telle simultanéité est inédite dans l'histoire de l'humanité.
L'invention de l'imprimerie n'a pas modifié les structures fondamentales du livre, composé, après comme avant Gutenberg, de cahiers, de feuillets et de pages, réunis dans un même objet. Aux premiers siècles de l'ère chrétienne, cette forme nouvelle du livre, celle du codex, s'imposa aux dépens du rouleau, mais elle ne fut pas accompagnée par une transformation de la technique de reproduction des textes, toujours assurée par la copie manuscrite. Et si la lecture connut plusieurs révolutions, repérées ou discutées par les historiens, elles advinrent durant la longue durée du codex.
En brisant le lien ancien noué entre les discours et leur matérialité, la révolution numérique oblige à une radicale révision des gestes et des notions que nous associons à l'écrit. Malgré les inerties du vocabulaire qui tentent d'apprivoiser la nouveauté en la désignant avec des mots familiers, les fragments de textes qui apparaissent sur l'écran ne sont pas des pages, mais des compositions singulières et éphémères.
Le livre électronique ne donne plus à voir par sa forme matérielle sa différence avec les autres productions écrites. La lecture face à l'écran est une lecture discontinue, segmentée, attachée au fragment plus qu'à la totalité. N'est-elle pas, de ce fait, l'héritière directe des pratiques permises et suggérées par le codex ? Celui-ci invite, en effet, à feuilleter les textes, en prenant appui sur leurs index ou bien à "sauts et gambades" comme disait Montaigne, à comparer des passages, comme le voulait la lecture typologique de la Bible, ou à extraire et copier citations et sentences, ainsi que l'exigeait la technique humaniste des lieux communs.
Toutefois, la similitude morphologique ne doit pas faire illusion. Comment maintenir le concept de propriété littéraire, défini depuis le XVIIIe siècle à partir d'une identité perpétuée des oeuvres, reconnaissable quelle que soit la forme de leur transmission, dans un monde où les textes sont mobiles, malléables, ouverts, et où chacun peut, comme le désirait Michel Foucault au moment de commencer, "enchaîner, poursuivre la phrase, se loger, sans qu'on y prenne bien garde, dans ses interstices" ?
Comment reconnaître un ordre des discours, qui fut toujours un ordre des livres ou, pour mieux dire, un ordre de l'écrit qui associe étroitement autorité de savoir et forme de publication, lorsque les possibilités techniques permettent, sans contrôles ni délais, la mise en circulation universelle et indiscriminée des opinions et des connaissances ? Comment préserver des manières de lire qui construisent la signification à partir de la coexistence de textes dans un même objet (un livre, une revue, un journal) alors que le nouveau mode de conservation et de transmission des écrits impose à la lecture une logique analytique et encyclopédique où chaque texte n'a d'autre contexte que celui qui lui vient de son appartenance à une même rubrique ?
Le rêve de la bibliothèque universelle paraît aujourd'hui plus proche de devenir réalité qu'il ne le fut jamais, même dans l'Alexandrie des Ptolémées. La conversion électronique des collections existantes promet la constitution d'une bibliothèque sans murs, où pourraient être accessibles tous les ouvrages qui furent un jour publiés, tous les écrits qui constituent le patrimoine de l'humanité. L'ambition est magnifique, et, comme écrit Borges, "quand on proclama que la Bibliothèque comprenait tous les livres, la première réaction fut un bonheur extravagant". Mais la seconde est, sans doute, une interrogation sur ce qu'implique cette violence faite aux textes, donnés à lire dans des formes qui ne sont plus celles où les rencontrèrent les lecteurs du passé.
Le "bonheur extravagant" suscité par la bibliothèque universelle pourrait devenir une impuissante amertume s'il devait se traduire par la relégation ou, pire, la destruction des objets imprimés qui ont nourri au fil du temps les pensées et les rêves de ceux et de celles qui les ont lus. La menace n'est pas universelle, et si les incunables n'ont rien à redouter, il n'en va pas de même pour de plus humbles et plus récentes publications, périodiques ou non.
Ces questions ont déjà été battues et rebattues par les innombrables discours qui tentent de conjurer, par leur abondance même, la disparition annoncée du livre et de l'écrit. Le constat a de quoi décourager et conduit les uns à l'émerveillement devant les promesses inouïes des navigations textuelles, et les autres à la nostalgie pour un monde de l'écrit que nous aurions déjà perdu. Mais avant de renoncer, peut-être est-il utile de convoquer la seule compétence dont peuvent se targuer les historiens. Ils ont toujours été de pitoyables prophètes, mais, parfois, en rappelant que le présent est constitué de passés sédimentés ou enchevêtrés, ils ont contribué à un diagnostic plus lucide sur les transformations qui enthousiasmaient ou inquiétaient leurs contemporains. (...)
L'autorité affirmée ou contestée de l'écrit, la mobilité de la signification, la production collective du texte : telles sont les trames sur lesquelles j'aimerais inscrire les motifs plus particuliers qui feront l'objet de mes cours. Ils mettront en oeuvre plusieurs principes d'analyse. Le premier situe la construction différenciée du sens des textes entre contraintes transgressées et libertés bridées. Toujours, les formes matérielles de l'écrit ou les compétences culturelles de ses lecteurs bornent les limites de la compréhension. Mais toujours l'appropriation est créatrice, production d'une différence, proposition d'un sens possiblement inattendu.
Le croisement inédit de disciplines longtemps étrangères les unes aux autres (la critique textuelle, l'histoire du livre, la sociologie culturelle) a ainsi un enjeu fondamental : comprendre comment les appropriations particulières et inventives des lecteurs, des auditeurs ou des spectateurs dépendent, tout ensemble, des effets de sens visés par les textes, des usages et des significations imposés par les formes de leur publication, et des compétences et des attentes qui commandent la relation que chaque communauté de lecteurs entretient avec la culture écrite.
Une seconde exigence de méthode, nécessaire pour un travail qui est fondamentalement, mais pas exclusivement, étude de textes, conduit à faire retour au concept de représentation dans la double dimension que lui a reconnue Louis Marin : "Dimension "transitive" ou transparence de l'énoncé, toute représentation représente quelque chose ; dimension "réflexive" ou opacité énonciative, toute représentation se présente représentant quelque chose."
Au fil des années et des travaux, la notion de représentation en est presque venue à désigner par elle-même la démarche d'histoire culturelle qui porte ce programme d'enseignement. Le constat est pertinent, mais il doit éviter les malentendus. Telle que nous l'entendons, la notion n'éloigne ni du réel ni du social. Elle aide les historiens à se défaire de la "bien maigre idée du réel", comme écrivait Foucault, qui a été longtemps la leur, en portant l'accent sur la force des représentations qu'elles soient intériorisées ou objectivées.
Les représentations ne sont pas de simples images, véridiques ou trompeuses, d'une réalité qui leur serait extérieure. Elles possèdent une énergie propre qui convainc que le monde, ou le passé, est bien ce qu'elles disent qu'il est. Produites par les écarts qui fracturent les sociétés, les représentations elles aussi les produisent. Mener l'histoire de la culture écrite en lui donnant pour pierre angulaire l'histoire des représentations est, donc, lier la puissance des écrits qui les donnent à lire, ou à entendre, avec les catégories mentales, socialement différenciées, qui sont les matrices des classements et des jugements.
Un troisième principe d'analyse consiste à placer les oeuvres singulières ou les corpus de textes qui sont l'objet de mon travail au croisement des deux axes qui doivent organiser toute démarche d'histoire ou de sociologie culturelle. D'une part, un axe synchronique, qui permet de situer chaque production écrite dans son temps, ou son champ, et la met en relation avec d'autres, qui lui sont contemporaines et appartiennent à d'autres registres culturels ou politiques. D'autre part, un axe diachronique qui l'inscrit dans le passé du genre ou de la discipline.
Dans les sciences les plus exactes ou en économie, cette présence du passé renvoie généralement à des durées brèves, parfois très brèves. Il n'en va pas de même de la littérature ou des sciences humaines pour lesquelles les passés les plus anciens sont toujours, d'une certaine façon, des présents encore vivants dont les créations nouvelles s'inspirent ou se détachent. Quel romancier contemporain pourrait ignorer Don Quichotte ? Et quel historien pourrait commencer un cours dans cette maison sans citer au moins une fois la grande ombre Michelet ? Ni Febvre ni Braudel n'y ont manqué. Ni Daniel Roche. A mon tour de le faire.
Pierre Bourdieu voyait dans cette contemporanéité de passés successifs l'une des caractéristiques propres des espaces de la production et de la consommation culturelle : "Toute l'histoire du champ est immanente au fonctionnement du champ et pour être à la hauteur de ses exigences objectives, en tant que producteur mais aussi en tant que consommateur, il faut posséder une maîtrise pratique ou théorique de cette histoire." Cette possession ou son absence distingue les savants des naïfs et elle porte les diverses relations que chaque oeuvre nouvelle entretient avec le passé : l'imitation académique, la restauration kitsch, le retour aux anciens, l'ironie satirique, la rupture esthétique. En désignant comme cibles de ses parodies les livres de chevalerie, les romans pastoraux (lorsque don Quichotte se transforme en pasteur Quijotiz) et les autobiographies picaresques (avec les allusions au récit de vie rédigé par le galérien Ginés de Pasamonte), Cervantès installe dans le présent de son écriture trois genres aux temporalités fort diverses contre lesquels il invente une manière inédite d'écrire la fiction, en la concevant, comme a écrit Francisco Rico, "non pas dans le style artificiel de la littérature, mais dans la prose domestique de la vie". Il montre ainsi, lui l'"ingenio lego", le génie ignorant, que les doctes ne font pas toujours bon usage de leur maîtrise de l'histoire des genres et des formes.
Une crainte contradictoire a habité l'Europe moderne - et elle nous tourmente encore. D'un côté, l'effroi devant la prolifération incontrôlée de l'écrit, l'amas des livres inutiles, le désordre du discours. D'un autre, la peur de la perte, du manque, de l'oubli. C'est à cette seconde inquiétude que je voudrais consacrer le premier cours que je donnerai ici. Porté par un projet quelque peu borgésien, il s'attachera à une oeuvre disparue dont ne subsiste ni manuscrit ni édition imprimée.
Elle fut deux fois représentée à la cour d'Angleterre au début de l'année 1613. Les ordres de paiement établis pour la compagnie qui la joua, les King's Men, indiquent son titre, Cardenio, et rien de plus. Quarante ans plus tard, en 1653, Humphrey Moseley, un libraire londonien qui voulait donner à lire les oeuvres dramatiques interdites de représentation dans les temps révolutionnaires de la fermeture des théâtres, fit enregistrer son droit sur cette même pièce. Il indiqua au secrétaire de la communauté des libraires et imprimeurs les noms de ses deux auteurs : "The History of Cardenio, by Mr. Fletcher & Mr. Shakespeare." La pièce ne fut jamais imprimée et, comme un fantôme, dès le XVIIIe, elle commença à hanter les passions et les imaginations shakespeariennes.
Deux ordres de paiement, une entrée dans un registre de libraires, une pièce disparue : voilà, dira-t-on, un bien mince commencement. Et, pourtant, il peut permettre de formuler quelques-unes des interrogations les plus fondamentales d'une histoire de l'écrit. Tout d'abord, en plaçant l'attention sur la mobilité des oeuvres, d'une langue à l'autre, d'un genre à l'autre, d'un lieu à l'autre. C'est, en effet, un an avant les représentations de Cardenio que fut imprimée la traduction anglaise de Don Quichotte, due à Thomas Shelton et publiée par Edouard Blount qui fut aussi l'éditeur de la traduction des Essais par Florio.
Par ailleurs, Fletcher et Shakespeare ne furent ni les premiers ni les derniers à transformer l'histoire de Cervantès en une pièce de théâtre. En Espagne, le Valencien Guillén de Castro les avait précédés avec sa "comedia" Don Quijote de la Mancha ; à Paris les suivirent Pichou, auteur des Folies de Cardenio, et Guérin de Bouscal, qui fit représenter trois pièces inspirées par l'histoire de Cervantès.
Second enjeu : la tension entre la perpétuation de modes traditionnels de la composition littéraire, qui font large place à la collaboration, l'adaptation, la révision, et l'émergence autour de quelques auteurs - ainsi Cervantès et Shakespeare, unis par Cardenio - de la figure de l'écrivain singulier en son génie et unique en sa création. Enfin, la quête du Cardenio, perdu entre la Sierra Morena et les théâtres londoniens, est aussi une histoire des appropriations textuelles, des manières dont ont été lus et mobilisés dans différents contextes culturels et sociaux les mêmes textes qui, du coup, n'étaient plus les mêmes.
Il en va ainsi de Don Quichotte dont les protagonistes apparaissent dans les fêtes aristocratiques ou carnavalesques du XVIIe siècle, tant dans la métropole que dans les colonies espagnoles, et de Shakespeare, traité si différemment par les éditeurs et les dramaturges (les deux pratiques n'étant pas forcément séparées) dans l'Angleterre de la Restauration et du XVIIIe siècle. "Le coup de Cardenio est un grand classique du monde littéraire - the bread and butter for literary lowlife", déclare l'un des personnages du roman de Jasper Fforde, Lost in a Good Book. J'espère que l'on me pardonnera de lui donner pour nouvelle scène cette institution habituée à de plus sévères et de plus nobles études.
Ecouter les morts avec les yeux. Plusieurs ombres ont passé dans mes mots, rappelant par cette présence la tristesse que nous donne leur absence. Sans elles, ni d'autres qui n'ont rien écrit, je ne serais pas à cette place ce soir.
Mais au moment de conclure, je me souviens des mises en garde de Pierre Bourdieu contre l'illusion qui fait énoncer au singulier des trajectoires partagées. Le "je" que j'ai quelquefois imprudemment utilisé, aujourd'hui, et contre mon habitude, doit s'entendre comme un "nous" - le nous de tous ceux et celles, collègues et étudiants, avec qui, au fil des années, j'ai partagé enseignements et recherches, à l'Ecole des hautes études en sciences sociales, à l'Université de Pennsylvanie, ou dans de nombreuses institutions de notre République des lettres.
C'est avec eux, et avec vous, qui me faites l'honneur de m'accueillir ici, que je voudrais poursuivre maintenant un travail qui entend étayer sur une histoire de longue durée de la culture écrite la lucidité critique qu'exigent nos inquiétudes et nos incertitudes.
* Roger Chartier estará el lunes 22 en la Universidad de Alcalá (Facultad de Filosofía de Letras) como responsable de la conferencia inaugural del ciclo de De la palabra al texto: los lugares de lo escrito a través del tiempo (IV Seminario Anual SIECE). Su conferencia lleva por título La movilidad de los textos: Cardenio entre páginas y tableros (11.00 horas. Aula 6 del Colegio de Málagra. c/ Colegios, 2. Alcalá de Henares)

miércoles, octubre 10, 2007

Censura en la Europa Moderna

Clandestinos y prohibidos en la Europa Moderna (Siglos XVI-XVII)
Fundación Juan March, Madrid
16, 18, 23, 25 y 30 octubre 2007
19.30 horas

Demediado el siglo XVI, comenzaron a redactarse en París, Lovaina, Venecia y Roma los primeros índices de libros prohibidos. Seguirían otros muchos en todo el ámbito católico, amparados por los teólogos tridentinos y por una institución de creación entonces reciente, la Congregación del Indice. Durante cuatrocientos años determinaron la lectura, la escritura y la impresión y circulación de textos, y ofrecen, por ello, el testimonio más visible, aunque no el único, de cómo se ejerció la censura literaria en la Europa moderna, por encima de las fronteras nacionales y lingüísticas. El célebre heterodoxo Jean Bodin había defendido, en los últimos años del siglo XVI, la oportunidad de la institución de la censura, arguyendo que el estado debe asumir el deber de vigilar las costumbres y la moralidad de los ciudadanos. La censura serviría, de este modo, para satisfacer una función política necesaria -conscientias munire- que las leyes convencionales no sabrían ni podrían cumplir. En las primeras doctrinas sobre la censura se encuentran, pues, ya manifiestas las nuevas tensiones de la modernidad, así como la reflexión sobre los límites e instrumentos de la intervención del estado: evidencian también la extensión capilar de nuevas formas de poder, que aspiran a controlar las conciencias mediante la actuación sobre textos y ficciones. Este ciclo se propone analizar el ejercicio de la censura en la Europa moderna, pero no sólo en sus aspectos negativos o represivos, sino también por su función en la construcción de la modernidad política. Y quiere, ante todo, proponer otra historia literaria posible, la de los libros peligrosos y clandestinos, la de los autores condenados o suspectos, la de la tradición suprimida mediante la prohibición y el expurgo, y la de las formas de escritura que son propias de los momentos de intolerancia y persecución.

Programa
Martes 16 de octubre
Pedro Cátedra: La autoridad de la letra. Prácticas cautivas de escritura y oralidad en los siglos XVI y XVII
Jueves 18 de octubre
María José Vega: El tribunal de las conciencias. La censura literaria en la Europa moderna
Martes 23 de octubre
Rosa Navarro Durán: Erasmismo y censura. El caso de "Lazarillo de Tormes"
Jueves 25 de octubre
Emilio Blanco: Lectores, censores y críticos. La vida pública de la Celestina en los siglos XVI y XVII
Martes 30 de octubre
Fernando R. de la Flor: Secretos del corazón. Verdad interior y construcción de la subjetividad en el Barroco
Resúmenes de las conferencias
Pedro Cátedra: En el principio está sin duda la práctica literaria, la práctica intelectual, en cualquiera de sus facetas y de sus medios de manifestarse, visuales y textuales, orales o escritos. Pero sólo ciertas intermediaciones, que ahora podemos percibir, permiten poner a individuos o colectivos de personas en situaciones sociales o culturales lo suficientemente límites como para que afloren aspectos representativos y comunes de las prácticas y de los usos de los textos, que a su vez hacen posible un lugar en la historia y su propia definición historiográfica. Podríamos considerar que, durante los siglos xvixvii, la censura fue una de esas intermediaciones privilegiadas, si no culturales, sí al menos materiales y ejecutivas. Tanto la práctica de la autocensura como la censura ejercida por instituciones civiles o religiosas acaban concentrando la atención de agentes y pacientes del control en los aspectos comunes de las prácticas literarias y de lectura, uso de libros y relación con los textos orales y escritos. Estos aspectos, que son además los más reales y los más extendidos de la relación y del uso de los textos, no siempre quedan atendidos en la observación que se hace desde una perspectiva más literaria que sociológica. La Inquisición aplicó sus desvelos en pro de la ortodoxia a todas las clases sociales y gracias a los procesos que se conservan es posible diseñar una historia de la lectura o de la relación con los textos orales y escritos que ha sido muchas veces opaca a los ojos de la historiografía moderna. Es cierto que hoy sabemos que cualquier heterodoxia tiene un porcentaje altísimo de construcción artificial y teórica por parte de quienes ejercen el control y la definen sobre la base de una casuística detallada, que se aplicaba automáticamente y que se reconocía en los pacientes colectivos e individuales como si de un guión se tratara -así casi todas las herejías modernas o la brujería-. A esto habría que añadir la plomada que viene a significar el corsé de una instrucción judicial acorde con unos protocolos tanto o más perfectamente regulados que otros de índice procesal. No obstante, en procesos inquisitoriales no totalmente relacionados con la lectura, o en actos de control específico de ésta, como las censuras o las recomendaciones de quienes disponían de la autoridad, pluma o púlpito para poder hacerlas, permean no pocos datos que permiten reconstruir una nueva historia de la relación con los textos y poner en relieve los cambios sociológicos de esa era de la aculturación tipográfica que es el espacio cronológico al que se refiere el título de la conferencia, así como también de la relación peculiar y bien diferente de la actual que los lectores tienen con los textos, de cualquier categoría que éstos fueran. Para esto es fundamental la autoridad normativa que se reconoce al texto, manuscrito y, sobre todo, impreso, hasta extremos que hoy nos parecen inverosímiles, ya que lleva a confundir fronteras tan delimitadas ahora como la ficción y la realidad, la historia y la poesía en su sentido clásico, y ello en cualquiera de sus niveles.En esta conferencia se planteará esta cuestión y se propondrán líneas para la construcción de esta realidad historiográfica atendiendo a fuentes o documentación inédita procedente de actos de censura, procesos de Inquisición o directrices educativas. De un lado, se estudiará el acceso y el uso de los textos orales y escritos en el ámbito de las clases sociales de formación emergente, en especial lo que se conoce como la literatura popular impresa -cuyo concepto se revisará-, tanto en verso como en prosa, y la contribución de ésta a la conformación de una cultura propia, que no sólo será referente para la ficción y el entretenimiento, sino para regir comportamientos sociales o religiosos. De otro lado, se propondrá la consideración de estos grupos y de otros grupos que amalgaman su historia parejamente a la de su relación con la censura como comunidades textuales, para lo que se aportarán algunos casos de grupos o individuos cautivos, ora sea en su sentido más propio -reclusos, esclavos, etc.-, ora en el figurado -cofradías, agrupaciones espirituales heterodoxas, etc.-. Estas comunidades textuales tienen una peculiar relación con los textos y son un interesantísimo ámbito para el estudio de las transferencias tanto genéricas como de usos.
María José Vega: A finales del siglo XV los estamentos eclesiásticos dispensaron a la nueva invención de la imprenta una acogida calurosa y entusiasta. La saludaron como arte divina, capaz de dar al mundo tesoros de sabiduría y enseñanza, de expandir la devoción, de fomentar la lectura espiritual y el conocimiento de la historia y las ciencias. Como diría el franciscano Bernardino da Feltre, en estos nuevos tiempos, con tal luz y abundancia de libros, no le quedarían ya al hombre excusas para no saber. Pronto, sin embargo, la fascinación por la escritura mecánica comenzó a reparar no sólo en sus beneficios, sino también en sus peligros. En la bula Inter multiplices, de 1487, el papa Inocencio VIII ensalzaba la utilidad de las prensas, porque multiplicaban el número de los libros buenos, pero precavía ya de sus riesgos, porque muy bien podrían, con la misma eficacia, difundir doctrinas perversas y saberes falsos. Establecía por ello la institución del imprimatur, y entendía que el oficio pastoral del cuidado de las almas debía extenderse al trabajo de los impresores y al contenido de los libros. La íntima relación, en la Europa moderna, entre imprenta e instituciones censorias puede trazarse, pues, desde sus inicios, y se extiende a lo largo de varios siglos. Su expresión más visible es, sin duda, la de los vastos Indices de libros prohibidos que compilaron las autoridades religiosas romanas, tridentinas y nacionales, pero la vigilancia de libros y prensas adopta también formas menos conspicuas, o más capilares, pero no menos efectivas. Esta ponencia se propone exponer los hitos principales de este proceso de creciente intervención sobre la lectura, describir la justificación teórica de la censura de los libros de ficción y entretenimiento, y proponer una revisión general de la relevancia de las instituciones censorias para los intercambios culturales y textuales en la gran literatura áurea. Su título encierra un homenaje al historiador italiano Adriano Prosperi, que con la expresión de tribunal de las conciencias se refería a la suma de censura y confesión, por entender que ambas disponen, en efecto, de la potestad de indagar en lo más íntimo del espíritu, en las convicciones y en los deseos, y en los actos silenciosos y privados de la lectura y la imaginación.
Rosa Navarro Durán: En 1526 salía de las prensas de Miguel de Eguía en Alcalá de Henares la traducción, hecha por el arcediano del Alcor, del Enquiridion de Erasmo. El 14 de diciembre de 1527, Alfonso de Valdés escribió una carta, que firmó el Emperador, en donde decía que "en su presencia no se podía determinar cosa alguna contra Erasmo, de cuya cristiana intención estaba muy cierto". Se reproduciría, a partir de entonces, en todas las ediciones españolas del Enquiridion y le serviría de salvoconducto hasta 1559, fecha del índice de libros prohibidos del inquisidor Valdés, en donde se incluye y en donde figuran casi todas las obras de Erasmo. Ya en 1536 se habían prohibido los Coloquios, primero en español, y al año siguiente, en latín.Hacia 1557 un médico judío de Llerena, Francisco de Peñaranda, envolvía en paja y emparedaba once libros en su casa de la plaza de Nuestra Señora, en Barcarrota (Badajoz) para protegerlos y protegerse: eran materia muy peligrosa. Entre ellos había dos obras de Erasmo: la Lingua y De vitiosa Verecundia (Lyon, 1538), y un ejemplar de una edición desconocida, de 1554, de La vida de Lazarillo de Tormes, impresa en Medina del Campo, por los hermanos Mateo y Francisco del Canto. El 6 de octubre de 1532, Alfonso de Valdés moría en Viena. A partir de entonces, iban a soplar muy malos vientos para las obras de Erasmo. Las del secretario del Emperador, el genial conquense y convencido erasmista, no se imprimirían -hasta hace muy poco- bajo su nombre: ni sus dos Diálogos ni el Lazarillo de Tormes. La conferencia va a tratar de un capítulo de esa apasionante historia de un pensamiento muy crítico con los miembros viciosos y corruptos de la iglesia, y de las enormes dificultades que iba a encontrar su difusión. Si la piqueta de un albañil descubrió en 1992 los libros ocultos desde el siglo XVI en una casa de Barcarrota, poco a poco se irán desvelando otros secretos escondidos... en los libros.
Emilio Blanco: Podría decirse que La Celestina es el primer best-seller de la literatura española. Apenas publicado, el Renacimiento ve cómo se multiplican las reediciones y las traducciones (incluso al latín ya en el siglo XVII), y cómo el libro se convierte en fondo inexcusable para cualquiera de los libreros de la época, que no cesan de ofrecerlo en su catálogo. Su éxito fue mucho más allá, y hoy podemos documentar múltiples poseedores durante el Renacimiento, en la Península Ibérica, en Europa, e incluso en América, destino al que viajó con no poca frecuencia, pese a la prohibición que pesaba sobre la exportación al Nuevo Continente de obras de ficción.Y si sabemos de poseedores, no sabemos menos de sus lectores: tanto desde la propia literatura como desde textos técnicos de distinto calado, una parte considerable de los autores de la Edad Dorada hablaron de La Celestina. No deja de ser curioso que el primer lector crítico de la obra sea el propio Rojas, que "encuentra" el "primer auto" y decide acabarlo, no sin antes formarse una serie de juicios sobre aquel texto y su autor. Sin haber llegado todavía a publicarse, los impresores introdujeron resúmenes al comienzo de cada uno de los autos, ejerciendo así la labor de intérpretes. Ya en la calle, el libro alcanza una popularidad inusitada: unos y otros exponen su opinión, desde simples declaraciones que expresan sencillamente el gusto por la obra, hasta juicios técnicos de distinto calado sobre su autoría, el valor estilístico, el lenguaje, el género o la intención de la historia de la alcahueta y los amantes. No es extraño que fuese así: la obra y su circunstancia pedían aclaraciones. Su calidad avalaba que se hablase de ella, desde los humanistas (preocupados en principio por cuestiones técnicas) hasta los moralistas (más interesados en su valor ejemplar o antimodélico); pero son los autores de todo tipo de literatura (con Cervantes, Lope de Vega y Gracián a la cabeza) quienes se detienen más en la obra de Rojas, fascinados por la calidad del texto y la potencia del trío protagonista.
Fernando R. de la Flor: La virtud de la amicitia corona y preside, en la tradición de origen platónico, el conjunto de los realces programáticos a que tiende durante el Renacimiento la formación integral del hombre de saber. Es una imagen pregnante y persuasiva acerca del valor que la franqueza y la audacia frente a las estrategias de la censura alcanza en el diseño moral del "nuevo hombre", el cual, investido en la recién adquirida dignidad por la que, por ejemplo, aboga un Pérez de Oliva en su famosa Oratio -Diálogo de la dignidad del hombre-, muestra a todos el camino de su corazón, mientras exhibe su interioridad abierta; consciente por vez primera -y hasta orgulloso- de los contenidos con que se ha ido construyendo su intimidad, su alma toda. Cien, ciento cincuenta años después, en los tiempos del sujeto barroco en los que vive Baltasar Gracián y la pléyade de los téoricos españoles de la conducta, los diálogos sobre la amicitia, las proposiciones para la forja de un hombre cuyo corazón compareciera abierto y sin recovecos, se han tornado decididamente anticuadas, inservibles, convertidas todas ellas en un mero conjunto de idealidades a las que la praxis eficaz del mundo pone en cuestión y finalmente niega.El papel de la reserva crece, y la desconfianza se promueve ahora ante la entidad confusa de lo "real", y frente al temor de la determinación agresiva con que se manifiestan las causas exteriores, por las cuales cada potencia singular resulta infinitamente superada y entorpecida en el logro de sus finalidades e intereses propios. Ello se produce en medio de un escepticismo general que eclosiona a fines del siglo XVI. El desconfiado, el desconfiado de Lope de Vega, se promueve ahora como la nueva figura que cristaliza en unos tiempos vueltos definitivamente, a efectos políticos y sicológicos, sumamente complejos, y en donde, en buena medida, naufraga lo que se ha llamado modernamente las "políticas de la amistad". Aquellas precisamente que ayudan a fraguar a las comunidades cívicas, y las ayudan a construir un futuro armónico que pueda conjuntar el bien propio (la "razón de sí") subordinándolo al general o común ("razón de Estado). O, por decirlo de otro modo, podemos considerar que en la nueva situación política española, en el tiempo de los validos y de la construcción de un poderoso entorno cortesano ya no tiene peso utópico el proyecto de una platónica armonía de los intereses y de las pasiones del hombre regidos por una república donde pueda imperar la razón investida del deseo de servir al bien de todos. Al contrario, el "interés propio", la política de los intereses se hace monstruosa, desequilibrada, sumergiendo a los cortesanos -que a estos efectos lo son todos los que intervienen en las producción simbólica- en un vértigo de maquinaciones e intrigas conducidas por las estrategias de la simulación/disimulación. Éstas juegan en un escenario máximo. El discurso de la política, convertida, en efecto, en política máxima, como reza el título de la obra de M. Pelegrin, arrasa con sus determinaciones y con el repertorio mismo de sus censuras e interdictos. En el terreno psicológico del nuevo sujeto, eso se traduce en el crecimiento exponencial de un universal disgusto y desafecto, que entre los hispanos puede ser leído como "discontento", "malestar", desencanto y final desengaño.
Datos biográficos
Emilio Blanco (Madrid, 1966) es profesor titular de Literatura Española en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Desde 2004 codirige Conceptos. Revista de Investigación Graciana, de la Universidad de A Coruña, y pertenece al "Board of Editors" de Studiolum y al Consejo de Redacción de Teoría Literaria de Studia Aurea. Es coordinador, con Elena Cantarino, del Diccionario de Conceptos de Baltasar Gracián (2005) y para 2008 está prevista la aparición de Erasmo de Rótterdam. Obra selecta, bajo su coordinación. Sus líneas de especialización son la literatura española, la crítica textual, la prosa didáctica del Siglo de Oro, y sobre todo, Fray Antonio de Guevara y Baltasar Gracián (de los cuales ha publicado monografías y ediciones críticas), así como la ciberliteratura.
Fernando R. de la Flor es catedrático de Literatura española del Barroco en la Universidad de Salamanca y crítico cultural de ABC. Premio María Zambrano de Ensayo, Premio Constitución de Ensayo y Premio Fray Luis de León de Ensayo. Entre sus últimos libros publicados figuran La era melancólica. Figuras del imaginario barroco hispano (2007), Pasiones frías. Disimulación y secreto en la cultura del barroco hispano (2005) y Biblioclasmo. Una historia perversa de la literatura (2004). Entre sus obras de creación, cabe citar Locus eremus (1992, 2ª ed. Corregida, 2001) y Bodegones/Naturalezas muertas (1998) (en colaboración con José Núñez Larraz).
María José Vega es catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde fundó y dirige el grupo de investigación "Seminario de Poética Europea del Renacimiento". Se ha dedicado a la investigación y el estudio de la teoría literaria y la literatura europeas del siglo XVI desde una perspectiva interdisciplinar y comparatista. Ha editado y traducido al castellano tratados, poéticas y diálogos latinos e italianos de los siglos XV y XVI. Son sus proyectos inmediatos la edición y estudio de la obra de Hernán Pérez de Oliva y la traducción castellana de los Discorsi del poema eroico de Torquato Tasso y del Antibarbarorum Liber de Erasmo. Actualmente trabaja en una monografía sobre la relación entre literatura y ateísmo en la Europa preilustrada, que aparecerá en la Salerno Editrice (Roma). Ha trabajado como experta de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología y ha contribuido a la elaboración y redacción del Libro Blanco de la Investigación en Humanidades (2005). Entre sus últimos libros figuran La literatura comparada. Principios y métodos (1998), Literatura hipertextual y teoría literaria (2003) y Poética y teatro. La teoría dramática del Renacimiento a la Posmodernidad (2004).
Pedro M. Cátedra es catedrático de Literatura española en el departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, en la que dirige el Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR). Director del Instituto Biblioteca Hispánica del Centro Internacional de Investigación de la Lengua Española (CILENGUA), Fundación San Millán de la Cogolla, es co-director del Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, profesor asociado del Grupo LECEMO de la Universidad Sorbona-Nueva, París III, y Corresponding Fellow de la British Academy. Entre otros premios, cuenta con el Nacional de la Edición 1991, de la Universidad de Salamanca, en las categorías de mejor libro impreso y de mejor libro técnico y de erudición; Premio Menéndez Pelayo 1992 de Investigación del Institut dEstudis Catalans; Premio Alexander von Humboldt 1999; y Premio Fray Luis de León 2005 de la Junta de Castilla y León. Sus más recientes libros publicados son la edición de Tres colloquios pastoriles de Juan de Vergara y Lope de Rueda» (Valencia, 1567) (2006); Contextos de los «Monumentos tipográficos riojanos" (2007); y El sueño caballeresco. De la caballería de papel al sueño real de don Quijote (2007).

Rosa Navarro Durán es catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona y especialista en la literatura del Siglo de Oro. Desde 2000 dirige la colección de Clásicos de la Editorial Edebé, en la que ha publicado adaptaciones de obras literarias para niños. Desde 2001 es Jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es autora de, además de Alfonso de Valdés, autor del "Lazarillo de Tormes", de ediciones de clásicos y de numerosos trabajos sobre literatura de la Edad de Oro, Francisco Ayala y poesía contemporánea.

domingo, octubre 07, 2007

Infancia y prensa ilustrada

Sandra M. Szir
Infancia y Cultura Visual. Los periódicos ilustrados para niños (1880-1910)
Prólogo de José E. Burucúa
Buenos Aires: Miño y Dávila, 2007

Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX las modificaciones culturales de la industrialización y urbanización capitalistas comenzaron a generar una expansión y crecimiento de producción y consumo de impresos ilustrados de circulación masiva, al punto de convertirse éstos en un rasgo importante de la propia modernización. Este libro recoge ese capítulo de la historia de los objetos culturales producidos para la infancia en un contexto económico, social y tecnológico que experimentaba importantes mutaciones.
Parte de la producción de estos impresos ilustrados tuvo como destinatarios los grupos de lectores infantiles debido, por un lado, a las aspiraciones políticas de las elites locales canalizadas a través de la expansión de la escolarización y, por el otro, a la incorporación de la infancia a las prácticas de consumo, ligadas al desarrollo económico y social en un entorno urbano cambiante.
Las publicaciones periódicas especialmente dirigidas a los niños, artefactos culturales que se mueven entre lo pedagógico y lo lúdico, le atribuyeron un rol muy particular a la imagen. La imagen forma parte fundamental de sus estrategias de comunicación, ayuda a decodificar la lectura, sirve para transmitir valores, reforzar mensajes morales y posee, además, la función estética de atraer nuevos lectores.
La apariencia gráfica de las revistas es resultado de ciertas condiciones materiales de posibilidad de la industria gráfica. Estas condiciones se sitúan en un contexto en el cual la multiplicación de imágenes locales crecía junto con la afluencia de imágenes provenientes de la importación. Son entonces, esas imágenes, productoras de sentido, a veces, signos de la tensión con el texto al cual están ligadas, y, también, efecto de los propios procesos de producción.

Sandra M. Szir, es licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural por la Universidad Nacional de Gral. San Martín, doctoranda en Filosofía y Letras por la UBA. Trabaja como Profesora Adjunta en Historia de la Comunicación Visual, en la Carrera de Diseño Gráfico, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA. Es investigadora del Instituto de Teoría e Historia del Arte, Julio E. Payró, UBA.
Laura Martínez Martín

miércoles, octubre 03, 2007

APRENDER A PENSAR EN ESPAÑOL


Dentro de los actos programados para la Quincena Pensar en Español (1 al 15 de octubre), que se está llevando a cabo con motivo de la celebración del Año Internacional de la Ciencia 2007, el Centro de Investigación MANES de la UNED ha organizado una exposición de Manuales de Enseñanza Secundaria del periodo 1845-1939. La exposición estará abierta al público entre el 8 y el 25 de Octubre en el Centro Asociado de la UNED en Madrid (Centro de Zona Escuelas Pías), Calle Tribulete, 14.

Bajo el título APRENDER A PENSAR EN ESPAÑOL, la exposición mostrará la evolución de los estudios de Filosofía en los Institutos de Bachillerato desde su creación en 1845, así como la presencia en los manuales de enseñanza secundaria de dos importantes controversias científicas. Una de ellas es la polémica en torno a la teoría del éter y del vacío en los manuales de Física, controversia que excedía el campo de la ciencia experimental y que entraba en el terreno teológico y filosófico al plantear la cuestión de la existencia de la “nada”. Por otra parte, se mostrará la introducción del darwinismo en los libros de Historia Natural que, como es sabido, también tuvo profundas implicaciones más allá del ámbito específico de las Ciencias Naturales. En la muestra se expondrán mayoritariamente manuales escolares procedentes del Fondo MANES de la Biblioteca Central de la UNED, junto a otros cedidos por el Centro Internacional de la Cultura Escolar de Berlanga de Duero (Soria) y el Instituto de Educación Secundaria Federico García Bernalt de Salamanca. Se ha editado un breve catálogo de la muestra.

La inauguración de la exposición se llevará a cabo el día 8 de octubre, a las 19:00 horas, con la presencia del Secretario General de Educación, Alejandro Tiana. A las 19:30 horas, en el mismo Centro Asociado de la UNED de Escuelas Pías, se celebrará una Jornada sobre “Educación en Valores para las Sociedades Democráticas”, organizado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).

Gabriela Ossenbach
Directora del Centro de Investigación MANES, UNED

martes, octubre 02, 2007

CIEN PIEDRAS ESCRITAS


“Tengo una de las piedras aquí sobre mi escritorio, en Londres. No me di cuenta de lo que era hasta que volví a casa de mis vacaciones en Mallorca y visité tu blog.” Peter Jones es el propietario de la piedra 80/100, una de las cien que Alfons Sard (Palma, 1954) ha dejado esparcidas por la cala d’en Basset.
El proyecto Cent Pedres se puso en marcha en 2006. “Trabajando en relación con la seriación y con la naturaleza, pensé hacer piedras con la forma informe de una piedra vulgar que había recogido”. Poco a poco se fue perfilando un proyecto en torno a la idea de intervenir en los procesos naturales de manera muy sutil. “Lo natural y lo artificial no debían ser evidentes como suelen serlo cuando el hombre interviene sobre la naturaleza. Mi idea era la contraria: devolver a la naturaleza una forma natural.” En este sentido, Sard pensó en las personas que encontrarían las piedras y en las pistas que debía incorporar a las piezas: “la palabra NATURAL es un oxímoron: lo que es natural no necesita una inscripción que diga que es natural”. Al inscribirla en las piezas, denuncia su carácter artificial: “es como un juego barroco de pistas”.
La idea se definió completamente hará unos dos años. Luego vino el proceso técnico. “Saqué un molde e hice las cien piedras, les puse la inscripción y pensé en la manera de enterarme de cómo proseguía la historia, porque dejar unas piedras en un paisaje y no saber qué sucede después… Internet me daba la posibilidad de establecer contacto con los que encontraran las piedras.” Por eso las piedras llevan también impresa la URL http://100pedres.blogspot.com/. “De esta manera el que la encuentra puede escribirme”. En su blog, Sard pide a los propietarios de las piedras fotografías, textos o referencias personales que poder asociar a la piedra y que poco a poco van engrosando la web. A cambio envía al corresponsal un certificado de autoría de la pieza. El acto de creación, así, se convierte también en un acto de comunicación.
En junio de 2007 las cien piedras estuvieron terminadas y Sard escogió la cala d’en Basset, cerca de Sant Elm, para sembrarlas. Se trata de un paraje casi virgen, accesible sólo a pie o en barco. Al artista le parecía que encontrar las piedras debía ser fruto de cierto esfuerzo; lo que empezaba por el propio artista, quien debió hacer tres viajes a través del bosque con la mochila cargada de piedras… Unas las dejó a la vista, otras más o menos escondidas; algunas las colocó cuidadosamente y otras las lanzó al azar. Hoy, en la zona de Andratx ha cundido la noticia y hay grupos de excursionistas que van a la cala ex profeso a buscar las piedras. Éstas son de terracota y portan diversos acabados: azules, rojizas, de aspecto terroso, calcáreo u oxidado, ásperas o pulimentadas. Su condición mixta entre lo natural y lo artificial (que se delata en su peso: son huecas) contiene una reflexión sobre el papel del hombre, y del artista, en la naturaleza. Alfons Sard mantiene un minucioso registro documental del proyecto. En el horizonte está la edición de un catálogo que incluya material gráfico y los textos remitidos por los propietarios de las piedras.
Juan Luis Calbarro
RedAIEP