Kathryn Burns
Into the archive. Writing and power in Colonial Perú
Durham: Duke University, 2010, págs. 245, 22,95 €
Desde siempre, la escritura ha estado ligada al poder. Para las gentes de la alta Edad Moderna a ambos lados del Atlántico, la escritura fue también el espacio de acción de los notarios, de aquellos hombres encargados de recoger las palabras de otras personas, de acuerdo con las formas oficiales, convirtiéndolas así en verdades legales. De este modo, la primera cosa que hizo Cristóbal Colón en las costas americanas en octubre de 1492 fue hacer registrar a un notario la toma de posesión de aquel territorio. Este documento, rubricado por un notario, constituye la primera piedra del Imperio Hispanoamericano. Sin embargo, los españoles que llegaron a América en 1492 no tenían en demasiada estima a los notarios, víctimas de una mala reputación derivada de su supuesta falsedad y avaricia. Con todo, los conquistadores les necesitaban para su empresa. Los historiadores han confiado también en el extenso rastro de papel que los notarios han dejado para comprender el pasado latinoamericano. ¿Cómo abordar entonces la cuestión de la verdad notarial? Kathryn Burns sostiene que el archivo mismo debe ser historiado. Así, centrándose en el caso del Cuzco colonial, examina las prácticas de escritura de los documentos por parte de los notarios, quienes, no debemos olvidarlo, eran hombres de negocios que vendían a sus clientes un producto que se adaptó tanto a las costumbres locales como a los requerimientos de la burocracia española. Por su parte, los clientes eran consumidores conscientes y bien informados, con estrategias propias para conseguir lo que querían. En esta historia del interior del archivo en la América de la alta Edad Moderna, Burns ofrece un buen número de posibilidades para redescubrir las fuentes desde una perspectiva renovada.
Desde siempre, la escritura ha estado ligada al poder. Para las gentes de la alta Edad Moderna a ambos lados del Atlántico, la escritura fue también el espacio de acción de los notarios, de aquellos hombres encargados de recoger las palabras de otras personas, de acuerdo con las formas oficiales, convirtiéndolas así en verdades legales. De este modo, la primera cosa que hizo Cristóbal Colón en las costas americanas en octubre de 1492 fue hacer registrar a un notario la toma de posesión de aquel territorio. Este documento, rubricado por un notario, constituye la primera piedra del Imperio Hispanoamericano. Sin embargo, los españoles que llegaron a América en 1492 no tenían en demasiada estima a los notarios, víctimas de una mala reputación derivada de su supuesta falsedad y avaricia. Con todo, los conquistadores les necesitaban para su empresa. Los historiadores han confiado también en el extenso rastro de papel que los notarios han dejado para comprender el pasado latinoamericano. ¿Cómo abordar entonces la cuestión de la verdad notarial? Kathryn Burns sostiene que el archivo mismo debe ser historiado. Así, centrándose en el caso del Cuzco colonial, examina las prácticas de escritura de los documentos por parte de los notarios, quienes, no debemos olvidarlo, eran hombres de negocios que vendían a sus clientes un producto que se adaptó tanto a las costumbres locales como a los requerimientos de la burocracia española. Por su parte, los clientes eran consumidores conscientes y bien informados, con estrategias propias para conseguir lo que querían. En esta historia del interior del archivo en la América de la alta Edad Moderna, Burns ofrece un buen número de posibilidades para redescubrir las fuentes desde una perspectiva renovada.
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