Jorge de Hoyos Puente
Madrid, Biblioteca Nueva, 2016,
254 págs
ISBN 978-84-16647-63-7
Este trabajo aborda la evolución de la cultura institucionista en el exilio republicano, con la finalidad de llenar el vacío que, según el autor, han dejado los estudios que se han centrado sobre todo en la vida política del exilio. La investigación parte de la caracterización de la cultura institucionista hecha por Manuel Suárez Cortina, y trasciende el espacio mexicano para buscar además otros referentes institucionistas en el exilio en los Estados Unidos. Se estudian las circunstancias que marcaron el inicio del exilio de la mayoría de los protagonistas de la cultura institucionista, que se instalaron fundamentalmente en México y en los Estados Unidos, así como las diferencias en la acogida y en las políticas de recepción de ambos países. Mientras la política de acogida del gobierno de Lázaro Cárdenas en México no tuvo en cuenta el nivel cultural de los exilados, aunque dio preferencia a los intelectuales, Estados Unidos aplicó una política restrictiva y se limitó a acoger a destacados profesores universitarios. Todo ello dio lugar, según el autor, a la existencia de dos comunidades de exilados bien diferenciadas en ambos países.
El libro aborda también el papel de la cultura institucionista dentro de la vida política del exilio, teniendo en cuenta la evolución del contexto internacional (final de la Segunda Guerra Mundial e inicio de la Guerra Fría) y su impacto en las expectativas de retorno de los exilados.
Se comparan asímismo las distintas realidades del exilio en México y en los Estados Unidos, donde la cultura institucionista tuvo muy distintas formas de desarrollarse. Mientras en México esa cultura pudo mantenerse a través de la fundación de centros de enseñanza (Unión de Profesores Universitarios Españoles, Corporación de Antiguos Alumnos de la ILE, los colegios del exilio, El Colegio de México, la docencia universitaria), la dispersión y la práctica restricción al mundo filológico del hispanismo en Estados Unidos (Fernando de los Ríos, Pedro Salinas) restó continuidad a esta cultura, que, según el autor, fue desapareciendo con la muerte de sus protagonistas, “dejando una pequeña escuela en el mundo del hispanismo, hoy prácticamente olvidada”.
El libro se cierra con un capítulo sobre la memoria de la Universidad de Verano de Santander en el exilio, como referente de la cultura institucionista, así como con unas conclusiones sobre el papel del exilio para modificar la visión de España en América, la pervivencia de las tradiciones culturales españolas en los países de acogida, y las dificultades que tuvieron los exilados para reintegrarse a la vida democrática española después de la muerte de Franco.
El libro incluye una selección de interesantes fotografías, una exhaustiva bibliografía y un índice onomástico.
Este trabajo aborda la evolución de la cultura institucionista en el exilio republicano, con la finalidad de llenar el vacío que, según el autor, han dejado los estudios que se han centrado sobre todo en la vida política del exilio. La investigación parte de la caracterización de la cultura institucionista hecha por Manuel Suárez Cortina, y trasciende el espacio mexicano para buscar además otros referentes institucionistas en el exilio en los Estados Unidos. Se estudian las circunstancias que marcaron el inicio del exilio de la mayoría de los protagonistas de la cultura institucionista, que se instalaron fundamentalmente en México y en los Estados Unidos, así como las diferencias en la acogida y en las políticas de recepción de ambos países. Mientras la política de acogida del gobierno de Lázaro Cárdenas en México no tuvo en cuenta el nivel cultural de los exilados, aunque dio preferencia a los intelectuales, Estados Unidos aplicó una política restrictiva y se limitó a acoger a destacados profesores universitarios. Todo ello dio lugar, según el autor, a la existencia de dos comunidades de exilados bien diferenciadas en ambos países.
El libro aborda también el papel de la cultura institucionista dentro de la vida política del exilio, teniendo en cuenta la evolución del contexto internacional (final de la Segunda Guerra Mundial e inicio de la Guerra Fría) y su impacto en las expectativas de retorno de los exilados.
Se comparan asímismo las distintas realidades del exilio en México y en los Estados Unidos, donde la cultura institucionista tuvo muy distintas formas de desarrollarse. Mientras en México esa cultura pudo mantenerse a través de la fundación de centros de enseñanza (Unión de Profesores Universitarios Españoles, Corporación de Antiguos Alumnos de la ILE, los colegios del exilio, El Colegio de México, la docencia universitaria), la dispersión y la práctica restricción al mundo filológico del hispanismo en Estados Unidos (Fernando de los Ríos, Pedro Salinas) restó continuidad a esta cultura, que, según el autor, fue desapareciendo con la muerte de sus protagonistas, “dejando una pequeña escuela en el mundo del hispanismo, hoy prácticamente olvidada”.
El libro se cierra con un capítulo sobre la memoria de la Universidad de Verano de Santander en el exilio, como referente de la cultura institucionista, así como con unas conclusiones sobre el papel del exilio para modificar la visión de España en América, la pervivencia de las tradiciones culturales españolas en los países de acogida, y las dificultades que tuvieron los exilados para reintegrarse a la vida democrática española después de la muerte de Franco.
El libro incluye una selección de interesantes fotografías, una exhaustiva bibliografía y un índice onomástico.
*Texto elaborado por la SEDHE
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